"...el cuento literario condensa la obsesión de la alimaña, hace perder al lector contacto con la desvaída realidad que le rodea, arrasarlo a una sumersión más intensa y avasalladora. De un cuento así se sale como de un acto de amor, agotado y fuera del mundo circundante, al que se vuelve poco a poco con una mirada de sorpresa, de lento reconocimiento, muchas veces de alivio y tantas otras de resignación"
Julio Cortázar: "Del cuento breve y sus alrededores"

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Alice Munro o la cuentista de los sin nombre.

Hay escritores que se definen por sus diálogos, otros por su ritmo, e incluso los más laureados por sus finales. Alice Munro, sin duda, es por sus personajes.Por personajes cualquieras: anónimos, tan anónimos, que son sombras para los demás, tímidamente enfermizos, obsesivos hasta la excentricidad, que presentan malformaciones físicas y psíquicas, ancianos con sus consciencias fuera de sus cabezas; personas todas ellas que apenas surgerían en una conversación y que en sus vidas anodinas presentan historias poéticas. La actual Premio Nóbel los limpia, desgrana, quita sus envoltorios y nos los presenta en su cruda cotidianidad cargada de hermosura, a pesar de ser vidas desilusionadas, solitarias o marchitas. Es la pura vida, la de verdad, la que no aparece en los medios pero la que nos rodea, nos entristece y, a veces, nos emociona.
Así es la literatura de Munro en su último libro "Mi vida querida".
A Munro he llegado por insistencia, y no mía. Si bien es cierto que ha tenido mucho que ver el repiqueo constante producido por la concesión del Nóbel, también es cierto que lleva unos meses apareciendo a gotitas en mi vida: un relato en una colección de escritores de cuentos actuales, una entrevista en una revista cultural donde hablaba de la influencia de Flannery O´connor o la reseña acertada en Babelia de Muñoz Molina. Tenía la sospecha pero no las circustancias, así que en mi obsesión por el cuento y el regalo debido de un sensible familiar hizo que acabara en mis manos hace unos días este último libro de Alice. Y ha habido instantes, de verdadero entusiasmo melancólico en su lectura.
Me han fascinado la fragilidad de las emociones descritas en "Grava"; lo profundamente marcados que sus personajes lo están por el simple correr de la vida, "Tren" , sin necesidad de dramatismos radicales; y la anonimidad de sus personajes, de vidas extraordinarias en su vulgaridad pero con sentimientos universales y auténticos como en el relato que más me ha gustado "Orgullo". Y todo marcado desde la perspectiva de una mujer anciana pero de mirada limpia y clara que nos otorga un universo personal pero terriblemente humano.

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