"...el cuento literario condensa la obsesión de la alimaña, hace perder al lector contacto con la desvaída realidad que le rodea, arrasarlo a una sumersión más intensa y avasalladora. De un cuento así se sale como de un acto de amor, agotado y fuera del mundo circundante, al que se vuelve poco a poco con una mirada de sorpresa, de lento reconocimiento, muchas veces de alivio y tantas otras de resignación"
Julio Cortázar: "Del cuento breve y sus alrededores"

miércoles, 30 de abril de 2014

Aldecoa, cronista universal.

Ignacio Aldecoa le tocó vivir en su adolescencia los años de la posguerra. Ésto, en vez de producir una respuesta artística obsesiva, evasiva o triste,  le provocó unas ganas de conocer el mundo, de describir minuciosamente esos ambientes sofocantes, de escribir diálogos hiperrealistas que mantenía en su vida con personajes anónimos, que plasmaría de manera magistral en sus cuentos.
Es cierto que procedía de una familia burguesa vitoriana que le permitió un relajo vital al tener cubiertas muchas necesidades que otros no tenían, pero también es cierto que su natural inquietud le llevó al extrarradio, a gimnasios cargados de sueños rotos de boxeadores arruinados, artistas ambulantes sin hogar, dueños de bares congestionados de alcohol que imaginaban irreales tardes de toreo en plazas abarrotadas, trabajadores con expectativas irreales, ancianos enamorados inseguros o supervivientes que vivían al límite de la ley, cuando no alejada de ella; personajes todos ellos que llenaron sus páginas y reflejaron el pulso vital de esa España de los años 40 y 50.
Su literatura no tenía la intención de denuncia social, aunque su propio desarrollo, la convertía en tal. Cercano al texto costumbrista, sus diálogos vivos, imperfectos, los personajes reflexivos y sumamente humanos, los sueños rotos, nos enmarcan en un período reconocido concreto pero extensible a cualquier momento humano.
Siendo cronista de su época, su literatura perdura por propio suyo en el tiempo gracias a un lenguaje literario propio, rico, colorista y emocional que se ensambla con nuestros propios fracasos y anhelos.
Al leer a Ignacio Aldecoa reviviremos o conoceremos de manera directa, sin interpretaciones, sin valoraciones, aquellos años difíciles de posguerra, pero el poso que nos dejará confluirá con nuestras realidades actuales. Al fin y al cabo los grandes literatos son universales.

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