"...el cuento literario condensa la obsesión de la alimaña, hace perder al lector contacto con la desvaída realidad que le rodea, arrasarlo a una sumersión más intensa y avasalladora. De un cuento así se sale como de un acto de amor, agotado y fuera del mundo circundante, al que se vuelve poco a poco con una mirada de sorpresa, de lento reconocimiento, muchas veces de alivio y tantas otras de resignación"
Julio Cortázar: "Del cuento breve y sus alrededores"

lunes, 16 de febrero de 2015

Rafael Chirbes frente Natalia SanMartín.

Tal vez, dos de los últimos fenómenos literarios españoles, (perdóneme Luis Landero, del que ya hemos hablado en este blog) por diferente razones, sean "El despertar de la señorita Prim", de Natalia SanMartín Fenorella y "En la orilla", de Rafael Chirbes.

Si el primero ha sido un éxito absoluto de lectores, desconozco si de crítica: sus derechos  han sido adquiridos en varios países y se rumorea una posible adaptación cinematográfica, el segundo, "En la orilla", de Rafael Chirbes, ha sido un éxito de crítica, menos de público, y para muchos la mejor novela del 2014 en lengua española.

Ambas novelas han convivido en mi imaginario por tres semanas, enfrentándose, sin querer, la una con la otra. Ha sido mera casualidad, pero no por ello una experiencia menor. De hecho, me ha gustado la vivencia lectora, siendo una buena manera de contraponer historias, ritmos y tonos narrativos tan diferentes.
 Si la señorita Prim es una historia inocentemente optimista, en la que se enaltece valores de otra época y con ritmos que nos retrotraen a una dichosa infancia; un pueblo ideal con todos sus valores humanos y la educación como sinónimo de cultura y de disfrute de los pequeños momentos, con historias de amor edulcoradas y personajes irregularmente perfectos hasta el hastío. "En la orilla", Chirbes nos sacude y abofetea sin piedad mostrándonos una realidad dolorosa, sin árnica posible, con metáforas dolorosas e incluso desagradables de una vida casi acabada, con una sociedad, al igual que el padre del protagonista, en estado vegetativo y una sensación de angustia, pobreza a todos los niveles, mostrándonos una cruda realidad de la sociedad española actual.

Aunque, por mi espíritu frágil y por el axioma heredado de Augusto Monterroso de que toda buena literatura retrata la vida y toda vida es triste, mi inclinación fue "En la orilla" (también por él éxito de crítica), mas, según avanzaba en su lectura, el hastío me fue inundando y la falta absoluta de luz en los monólogos interiores, me sobrepasaron hasta saciarme. No ha sido por falta de literatura, ni por falta de ritmo, a pesar de ser la narración un continuo sin apenas descanso, sino por la propia tristeza que emana cada palabra y por no ver ningún resquicio por el que ilusionarte por la vida. He acabado su lectura sin esfuerzo, su estructura literaria es magnífica, pero muy apesadumbrado.

Mientras la lectura de la Señorita Prim me cansó por sus tonos pasteles y deseaba acabar saciado  por el empalagoso dulzón, sin menospreciar su optimismo y entretenimiento, en la novela de Chirbes, que estuve muchos más metido en su lectura, deseaba salirme de ella para escapar de esa tristeza que inunda cada palabra y a uno mismo; y además, refrenda tus oscuros presentimientos sobre nuestra sociedad.