"...el cuento literario condensa la obsesión de la alimaña, hace perder al lector contacto con la desvaída realidad que le rodea, arrasarlo a una sumersión más intensa y avasalladora. De un cuento así se sale como de un acto de amor, agotado y fuera del mundo circundante, al que se vuelve poco a poco con una mirada de sorpresa, de lento reconocimiento, muchas veces de alivio y tantas otras de resignación"
Julio Cortázar: "Del cuento breve y sus alrededores"

El honor perdido de Heinrich Böll

Hay libros que te persiguen durante años. Algunos los compras fascinado por una publicidad engañosa, lo empiezas y, al caer en la trampa, lo abandonas decepcionado; otros, lo coges de la biblioteca una y otra vez pero nunca los llegas a terminar, tal vez por la sensación de apremio del límite impuesto, o por una falsa condescendencia ante lo que no es propio. Otros, en cambio, te los prestan y, tras dos mudanzas, tres hogares, seis diferentes estanterías y 12 años, surgen de nuevo para tí, como un buque a la deriva.
Recuerdas que ese antiguo amigo te lo pidió, y tú, violentado por la presunción de culpabilidad, le reprochaste insistentemente su insinuación y le gritaste, incluso, que ya se lo habías devuelto. En cambio, un día aparece, te sonríes recordando el momento, y comienzas a leerlo sin pretensión, sin recordar porqué no lo terminaste y se lo devolviste. Y descubres tras una o dos páginas que es una obra maestra.
"El honor perdido de Katharine Blum", es una obra maestra poco relevante de un escritor que supongo que por ser alemán durante la Gran Guerra,o por crítico e irónico, que es mucho peor, con la sociedad del momento o por ser católico en los tiempos que corren, ha pasado al ostracismo, a pesar de ser Premio Nóbel en 1972, me refiero a Heinrich Böll.
Si unimos un libro perdido a un escritor desterrado mis pretensiones eran pocas, pero tras degustar unas pequeñas líneas recordé porqué hace años me apropié de la novela. Escrito en un lenguaje directo, carente de reflexiones del narrador, sólo las de los personajes, que hace más frío y dura la infamia  a la que se somete a la inocente Katherina Blum.  Esa manera aséptica de relatar unos hechos atroces donde el machismo, los vacuos juicios morales y la hipocresía, te introducen en el mundo que rodea a la protagonista de tal manera que te alegras del asesinato. En cambio no es una historia de un crimen, es una novela sobre la crueldad humana amparada en una sociedad vacía de auténticos valores, donde, no se sabe porqué y como sucede en la nuestra, ciertos estamentos como periodistas o políticos tienen un halo de luz que se les permite criticar, enjuiciar, demonizar a una joven inocente, tan inocente, que raya en el abuso más despótico.
La novela es diferente, no sólo por su estilo, sino que también por la manera de contar los hechos que te acercan a la vida de los protagonistas.
Historia breve llena de ritmo, de fina ironía, de crueldad latente,  es sumamente recomendable para los tiempos que corren y para que más de un político, ministro y periodista se la leyese y reflexionase sobre ella. No sé si aprenderían algo, pero podría hacerles reflexionar sobre los actos amparados en una justicia injusta que repercuten de manera directa en la vida de las personas, aunque ellos nunca lo perciban.

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